Día a día

LA CENA BLANCA DEL MEDITERRÁNEO

LA CENA BLANCA DEL MEDITERRÁNEO

2013-06-15

La espuma blanca, una muy parecida a la que hace veinticinco años invadió París, ayer noche empapó el Castillo de San Carlos de la isla de Mallorca. De esta manera, y bajo manteles blancos, asientos blancos y ciudadanos blancos, empezó el verano isleño. Se rememoró la historia de cuando los piratas y corsarios arribaban al puerto y desde el castillo eran apresados. Por fin ayer, ya pasados los siglos, lograron invadirlo en el atardecer subiendo al Dique del Oeste. Como antorchas blanquecinas pasaron entre cañones y armas, pasaron entre los recuerdos de la guerra sembrando a Porto Pi de la Paloma Blanca de la paz, sin más fusil que el blanco inmaculado.

Y de nuevo, igual que cuando en la capital de Francia lo femenino asombró a los curtidos marinos que uniformados se citaron para recordar que la paz había vencido a la guerra, otra vez sorprendieron enfundadas en la piel del tono blanco, el más atrevido; y derrochando feminidad, dijeron a la noche que el pincel que pinta el cielo de la isla proviene de ellas. Lo contaron al cielo estrellado improvisando giros y giros en un gran tapiz blanco, y ante el mantel blanquecino sobre el que se pesca cada día peces de océano para devorarlos con deseo, creyendo que se cena manjar de sirena. Sirenas blancas que rumían el canto siempre mágico del mar Mediterráneo.

Y todo sucedió en Porto Pi, en el castillo del Dique del Oeste, el de San Carlos; pasó en Palma, en la isla de los honderos de "Balears". Se vivió minuto a minuto envueltos en la espuma de la cresta blanca. La espumadera blanquecina que deja su estela detrás de los veleros con velas blancas.